Llega el frío y nos surge la duda de cual será la mejor manera de proteger el material fotográfico del frío, ya sea la cámara o los objetivos. ¿Afecta el frío a nuestra cámara u objetivos? ¿De qué modo?

Jordi Rubio ©

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Primero de todo debemos de saber que, según los fabricantes, las cámaras están pensadas para trabajar a temperaturas de entre 0ºC y 40ºC, pero bueno, eso sería un poco como la caducidad de los yogures, que están igual de buenos unos días más tarde, pues a temperaturas un poco más cálidas o más frías, nuestras cámaras seguirán trabajando, pero si ya son mucho más frías nos podemos encontrar con ciertos problemas.

Problemas que nos podemos encontrar.
En bajas (y altas) temperaturas la pantalla LCD de nuestra cámaras puede parecer que trabaje de manera lenta o incluso que no funcione. Deberemos calentar (o enfriar) nuestra cámara, entrándola en una habitación, en el coche o algún lugar con temperatura distinta a la que nos ocasiona el problema.

El tiempo de carga de una batería, según muchos fabricantes, es de 2,5 horas a temperatura «normal», para ellos 23ºC, pero a temperaturas de por ejemplo 5ºC o 10ºC, el tiempo de carga será de 4 horas o más.

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Del mismo modo, una batería, por ejemplo la de la 5D Mark II de Canon, a temperatura «normal» (si, esos 23ºC comentados) te permite hacer unas 850 fotografías aproximadamente, pero a 0ºC se reduce a 750 disparos, y cuanto más bajemos de temperatura más bajará la cantidad de disparos (sin usar el Live View, claro). Lo ideal será llevar siempre encima una batería de repuesto, cuando nos falle la que está montada en cámara usar la de repuesto, que la tendremos guardada en algún bolsillo interior lo más pegada a nuestro cuerpo, lugar donde guardaremos la batería que se supone que esta gastada, cuando nos falle la de repuesto, la primera batería habrá cogido temperatura y es muy probable que vuelva a funcionar para algunos disparos más.

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Pero el mayor problema que nos podemos encontrar es el de la condensación que se produce en la cámara y objetivos al entrar en contacto con una estancia con una temperatura mayor que la exterior (ya sea en casa, en el coche, en una tienda…). Esa condensación no sólo se produce a nivel exterior, sino a nivel interior, cosa muy mala para el funcionamiento correcto de la electrónica de nuestras cámaras o para las lentes de los objetivos (un efecto parecido al de cuando se empañas los que usamos gafas en cambios de temperatura bruscos).

Para solucionar el problema de condensación, o para minimizarlo, existen varios recursos. Uno de ellos sería el de llevar en nuestra bolsa de cámara los típicos paquetes de sílice, aunque no siempre son del todo eficaces. Hay quien recomienda poner la cámara en una bolsa de aire frío del exterior antes de entrarla en el interior, de modo que la condensación queda por fuera, algo que puede funcionar si los cambios de temperatura no son muy agudos, pero no funcionará del todo correcto.

Lo ideal sería hacer una combinación de todos, y además, antes de entrar el equipo fotográfico en una estancia con temperatura «normal», buscar un lugar fresco donde dejarla (ya sea en el recibidor de la casa, cerca de una ventana, o en el caso de un coche en el maletero. Lugares dónde no tengamos calefacción directa).

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Y por último, no nos olvidemos de protegernos a nosotros mismos, a veces mimamos tanto nuestro material que nos descuidamos de uno mismo. La solución, una buena chaqueta (que tenga bolsillo interiores para guardar nuestras baterías), unos pantalones adecuados, calcetines gruesos y unos buenos guantes fotográficos. Si, he dicho guantes fotográficos. Si nos ponemos unos normales (los típicos de lana que nos regalaron por Navidades) no tendremos tacto con los diales y botones de las cámaras, por no hablar de si nuestras pantallas son táctiles. Existen varios modelos de guantes fotográficos en el mercado:

– Manfrotto:

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– Stealth Gear:

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– Easy Off Gloves 81nbzeQMlwL._SL1500_

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– Easy Off Gloves 81AIZoPMGYL._SL1500_

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Pero bueno, no todo son desventajas!

Si trabajamos a temperaturas bajas, conseguiremos que a ISO altos el grano o ruido producido sea inferior que a temperaturas «normales», no hay mal que por bien no venga.

Experiencia

Para finalizar el artículo, os quiero dejar con la experiencia de nuestro compañero Jordi Rubio, un habitual a las bajas temperaturas, y autor de las fotografías que ilustran este artículo:

Por razones personales he pasado un par de inviernos en Finlandia. Aficionado como soy a la fotografía, rápidamente pensé en aprovechar y llevarme mi equipo fotográfico para sacar algunas fotos. Finlandia es un país con muchísima naturaleza, abundante nieve y en invierno días muy cortos con una iluminación verdaderamente especial. Pero también frío. La verdad es que sacar fotos con nieve hasta la cintura y temperaturas de -24ºC no es agradable, pero el resultado vale la pena. Mi sorpresa, por eso, no fueron ni el frío ni la nieve en mi primera aventura fotográfica.

Así pues, después de mis primeras fotos exteriores volví a casa cámara en mano. Cual fue mi sorpresa cuando, al entrar al recibidor la cámara empezó a humedecerse por fuera, como si se tratase de una botella de agua fría en verano. Me asusté pensando en el interior, con todo el material electrónico, podría estar pasando lo mismo y… ¡salí corriendo fuera! Eso fue todavía peor, pues todo ese vapor condensado en la cámara se congeló al momento debido a los -24ºC. Lógico.

En su gran mayoría, las cámaras están hechas de plástico y metal, con una elevada inercia térmica que hace que tarden bastante en adaptarse a la temperatura ambiente. Es por eso que, cuando entré en casa, toda la humedad del ambiente se condensó sobre la cámara. Con temperaturas tan bajas la humedad es, también, bastante baja, pero aun así existente.

Después de susto, estuve buscando algo de información por internet sin llegar a encontrar nada interesante y me puse a pensar. Acabé por dar con una solución bastante casera pero útil, y a día de hoy es la única que he encontrado. Antes de salir a hacer fotos, envuelvo la cámara con alguna tipo de tela, toalla o algo parecido, y la pongo en la mochila. Si bien es cierto que pasar de frío a calor no es tan traumático para la cámara, más vale prevenir que curar. De esta manera, al estar dentro de la mochila y bien cubierta, hace que se adapte a la temperatura exterior de manera gradual. Lo mismo a la hora de volver a casa. Una vez en el interior, dejo la mochila abierta un tiempo, sin sacar la cámara ni desenvolverla, de manera que poco a poco la cámara coja la temperatura del interior de la vivienda y, al estar envuelta, evita en cierto modo la condensación exterior (si hay algo de condensación en el interior de la cámara no podría decirlo). Al cabo de media hora o una hora, la cámara ha empezado a calentarse y ya se puede sacar de la mochila y desenvolverla. El tiempo puede variar. Es cuestión de tocar la cámara y ver hasta que punto se ha calentado.

Es una solución sencilla, pero hasta cierto punto efectiva, que hará que nuestro material fotográfico dure más tiempo. Espero que os pueda servir de ayuda.

Jordi Rubio ©

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