Nick Nguyen ©

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De momento no ha llegado a España, pero si seguimos al mismo ritmo, es posible que ocurra. La situación se ha descontrolado con el tema de las cámaras compactas y de los móviles, y si no que se lo digan al cocinero David Bouley, que se ha tomado con mejor humor el hecho de que sus clientes se dediquen a sacar imágenes de la comida que ordenan. Él directamente les lleva a la cocina para darles un mejor ángulo, no se sabe si lo hace con todos, pero al menos se quedan todos contentos.

Hay otros restaurantes que no se han tomado demasiado bien el que cada pocos segundos salte el flash de alguna cámara de fotos, así que prohíben el flash o directamente el realizar fotografías de la comida que se sirve. No lo hacen sólo por ellos, sino para que no molesten al resto de comensales del restaurante que no tienen nada que ver con esta clientela que inmortaliza todo.

La polémica ha llegado a través de un artículo del New York Times, en el que varios cocineros relatan diferentes experiencias y las medidas que decidieron tomar al respecto. Al igual que allí, en nuestro país diariamente se suben al Instagram u otras aplicaciones móviles imágenes de lo que se bebe, se come o se ve, así que ya no nos sorprende demasiado que ese amigo nos haga esperar para poder sacar una foto de lo que estamos tomando, o incluso nosotros mismos nos descubrimos intentando sacar el mejor ángulo de esa hamburguesa o esa cerveza que acabamos de pedir.

Uno de los casos más extremos al otro lado del charco lo representa Jordy Trachtenberg, que debido a su trastorno obsesivo-compulsivo se dedicó durante dos años a fotografiar el bol de ramen que consumía y a colgarlo en su blog.

La cuestión es, ¿llegaremos a ese límite como en los Estados Unidos o nos moderaremos nosotros mismos?